Bitácora literaria
Nací en Chile, en el puerto de Talcahuano en cuyos mares Melville se inspiró para crear “Moby-Dick”. Mi tierra fue por muchos siglos la última frontera de la corona española y de Chile, porque más allá el aguerrido pueblo Mapuche logró mantener a raya el avance de todo invasor. Entre mi adolescencia y época universitaria, trabajé en diferentes oficios: cuidador de autos, payaso, portero de clubes discotecas, vendedor de baratijas, oficios que realice por mi inquietud de conocer otras vidas y sus personajes. Toqué en una banda de punk-rock, fui un pésimo actor, atleta que nunca corrió en una competencia, director de la revista de mi carrera, fotógrafo independiente de protestas. Escribí versos en diferentes cuadernos de finanzas, contabilidad o impuestos, que murieron enterrados en una fosa común por quienes nunca los quisieron reconocer. Egresé de la carrera de contador auditor con la esperanza de contar cuentos, y me inventé uno camino a la capital, uno en donde viví en Santiago por casi veinte años logrando una exitosa carrera profesional en las principales consultoras del país, investigador de fraudes fiscales, profesor universitario y expositor en congresos. Mientras hacia todos eso, por la noches escribía con la ilusión del enfermo crónico que recurre a una medicina no prescrita para sanar. Trabajé de freelance en el Ministerio de las Culturas y las Artes, trabajé en talleres literarios junto a destacados escritores y guionistas como Marta Blanco, Nona Fernández, o Marcelo Leonart, y formé parte en diferentes colectivos culturales independientes de Santiago, todo para estar cerca del arte y no volverme loco; si acaso, ya no lo estaba. Luego de tres años, en el 2012, publiqué mi primer libro de cuentos “Ciudad Capital” que recibió una excelente crítica Literaria y premiado por el Ministerio de Educación de Chile. He sido invitado a Ferias Literarias de Santiago, Viña del Mar, San Francisco (CA) y Nueva York.
Ese tipo soy yo.​
Ahora escribo en New York confundiendo todas mis historias con las calles de ésta indescriptible ciudad descubriendo nuevas formas de hablar sobre este mundo que cada día me inspira a contar lo que veo y, de paso, no olvidar quien soy y de donde he venido.
La Ciudad de los invisibles
“…Perderse en la ciudad es la forma más razonable de conocerla, sentirla, con los pies las calles y baches a medida que se avanza, el asfalto cálido del verano, los olores que caracterizan sus barrios. Cerrar los ojos y vibrar con lo desconocido, temer a la oscuridad de un callejón y luego, de respirar hondo, recibir lo que nos regala, voces mormullos, de la genta que poco o mucho dice. ¿por qué conocer la ciudad? Porque conocerla es reconocerse a uno mismo. El poeta chileno, Enrique Linh le gustaba caminar por las calles de Nueva York, pues decía que así se sentía invisible. En mis escritos la invisibilidad no es necesariamente un placer del que disfruten mis personajes, puede ser una carga que, para su desdicha, nunca dejarán en la vereda del camino…” (Esteban Escalona, Berkeley, San Francisco, CA)​
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